Perdidos en Cancún

Una pirámide maya de críticas a los países contaminadores en el Cancunmesse. Crédito: Diana Cariboni/IPS

«El 30 de noviembre se terminó oficialmente la temporada de huracanes», dijo tranquilizador un comerciante de esta ciudad mexicana a esta periodista que entraba a su tienda con el pelo arremolinado por el viento en una jornada con lloviznas y nubarrones.

El mal tiempo de la sudoriental ciudad de Cancún es un eco de la nueva ola de alteraciones meteorológicas que estalló en el mundo casi en coincidencia con la 16 Conferencia de las Partes de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (COP 16).

El manto de frío extremo que cubre el Norte del planeta ya mató a 20 personas en Europa, la gran mayoría indigentes, y puso en estado de caos a los aeropuertos, los trenes y las carreteras. Mientras, las lluvias e inundaciones afectan a países americanos en la zona del Caribe: Colombia, Venezuela, Panamá y Costa Rica.

La Organización Meteorológica Mundial informó este jueves que 2010 figurará seguramente entre los tres años más calientes desde 1850, cuando comenzaron los registros técnicos de temperaturas. Y la década 2001-2010 ya es la más cálida de la historia.

La naturaleza está enviando un mensaje que no podría ser más oportuno.
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Dispersos por hoteles, centros de convenciones y campamentos situados a decenas de kilómetros unos de otros, los negociadores y activistas que vinieron a la mayor reunión anual sobre el cambio climático parecen haber perdido el nervio para perseguir el propósito inicial de estas discusiones que comenzaron hace 18 años.

Aquel propósito era un acuerdo mundial obligatorio para reducir drásticamente la contaminación humana que desató el cambio climático. Como las probabilidades de que eso se logre antes del 10 de diciembre son cercanas a cero, los esfuerzos están dirigidos hacia otro lado.

Las discusiones, presentaciones y actividades paralelas insisten en el dinero que necesitan los países pobres, las innovaciones técnicas, los modelos de acciones a replicar. En definitiva, una búsqueda masiva de salvavidas para una inundación inevitable.

«Pasan muchas cosas a diferentes niveles. Hay quienes buscan ‘salvavidas’ para tener más aliados, hay algunos que cabildean para empujar algunas ‘mejoras’ en el financiamiento y políticas de mitigación y adaptación», dijo a TerraViva la activista Joanna Cabello, de Carbon Trade Watch.

Sin embargo, «ya estamos entrando a una etapa donde ciudadanos, movimientos y algunos gobiernos estamos muy conscientes de la manipulación tan poderosa que se está desarrollando y no se aceptan más mercantilismos», agregó.

No es que se haya olvidado el objetivo fundamental, dijo a TerraViva una activista.

«Se trata de colocar los ladrillos para conseguir ese acuerdo obligatorio», por eso muchas discusiones se centran en lo posible. Por ejemplo, un fondo climático que tenga una «ventanilla única», en el que estén representados los pueblos del mundo en desarrollo y en el que el dinero llegue a donde se lo necesita.

Al menos la mitad de esos recursos deben ser para adaptarse a los impactos del cambio climático. Si se avanza allí se puede «restaurar la confianza» de los países en desarrollo respecto de las naciones ricas, es el argumento.

Para Cabello, en cambio, «los fondos de los que tanto se habla tienen muchos vacíos que permiten la entrada de capitales privados, y por qué no del mismo mercado de carbono, sin mencionar el ya altamente criticado papel del Banco Mundial como facilitador» de esos recursos.

«Los países industrializados y lobbies corporativos, interesados en fortalecer y ampliar los mercados de carbono, están utilizando todos los mecanismos posibles para maquillar estos esquemas como soluciones fáciles y dinero rápido para los países pobres», advirtió la activista, que apoya las acciones del Global Justice Ecology Project y de la Red Ambiental Indígena.

«Nunca se planteó que Cancún fuera el lugar para llegar a un pacto contra el cambio climático», dijo a TerraViva el director ejecutivo de Oxfam – Nueva Zelanda, Barry Coates. Pero «las conversaciones son mucho más saludables de lo que eran en (la COP 15 de) Copenhague a esta altura», aseveró.

«Vemos avances reales como el fondo climático, y puesto que los bombos y platillos de Copenhague son reemplazados por la realidad aleccionadora de negociaciones complejas, podríamos llegar a término con esperanzas de un acuerdo el año que viene en Durban», Sudáfrica, donde se celebrará la COP 17.

¿Habrá que esperar sólo un año más? Según un informe publicado por Oxfam esta semana, el tiempo se acabó para unas 21.000 personas que murieron víctimas de 725 fenómenos meteorológicos extremos en los primeros nueve meses de este año.

En todo 2009 se registraron 850 de esos desastres meteorológicos, que mataron a otras 10.000 personas.

Una cara de la desmoralización es la cantidad de gente que ha llegado hasta ahora a la COP 16. Los organizadores hablan de 20.000 delegados y esperan a 50.000 visitantes. No es fácil contradecirlos: la dispersión en distintas sedes y el aislamiento de la cumbre de la sociedad civil, el Klimaforum 2010 emplazado en un campamento en medio de la selva, dificultan las estimaciones.

Cancún tiene más de 35.000 habitaciones de hotel, y hay otras 40.000 en sitios cercanos. La gente que vive del turismo en esta ciudad de interminables manzanas de grandes hoteles y centros comerciales esperaba que la COP 16 elevara la ocupación hotelera a casi 90 por ciento.

«Pero estamos en menos de 80 por ciento, esperábamos más», se quejó un taxista.

Como contrapartida, muchos habitantes de la zona consiguieron un empleo en la COP 16. La cantidad de personal mexicano en la logística, seguridad y servicios es impresionante.

Solamente en la asistencia a los delegados en las paradas de los autobuses «somos 400 empleados temporales», explicó una joven que acaba de recibirse de psicóloga. Todos los contratados son mexicanos, lo que es bueno, porque hay desempleo, agregó. En cambio, no hay voluntarios en la organización oficial de la COP 16. ¿Signo de los tiempos?

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